martes, 26 de diciembre de 2017

GUARDIANAS DE VIDA

Extraído de https://iconosmedievales.blogspot.com.es/2017/10/guardianas-de-la-vida.html

Codex Series Nova 2641, Osterreichische Nationalbibliothek, Vienna
Una pequeña complicación en un parto podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte. En la Edad Media, mucho después también e incluso ahora en multitud de lugares del mundo, la única asistencia con la que contaban las mujeres en el alumbramiento era la sabiduría de las parteras. 

El conocimiento de las parteras no procedía de los libros ni de las escuelas sino del aprendizaje heredado. A las mujeres, en los tiempos medievales, se les tenía vetado el estudio de la medicina en general y solo se les permitía poner  en práctica su saber en la obstetricia, en ese momento preciso en el que el cuerpo de la mujer cruje y se abre para dar paso a la vida que ha gestado durante nueve meses en su vientre. Una mujer ayudando a otra mujer. 


Es curioso que siendo mujeres la casi absoluta de totalidad de las comadronas, haya llegado hasta hoy el nombre de un médico varón llamado Bartolomé el Inglés, autor de "El libro de las propiedades de las cosas", donde describe el proceso completo de la gestación y el nacimiento. 

Ellas, que no escribieron libros, forman una legión de mujeres anónimas que durante siglos aplicaron beleña para mitigar el acompasado y creciente dolor de las contracciones, cornezuelo de centeno y anís estrellado para aumentar el ritmo y camomila precisamente para lo contrario.

En sus prácticas funcionaba muy bien la confianza en los talismanes, la cintita de la virgen ceñida al vientre abultado, para que la fe también empujara en el momento adecuado, y los saquitos del parto, unas bolsas que guardaban un pequeño pergamino con alguna oración en la que se rogaba protección para la madre y su criatura contra la muerte. 


No se sabía demasiado del interior del cuerpo humano, del quehacer de los órganos consigo mismos y de su relación con los demás, aunque hay constancia de autopsias a cerdas en el siglo XII y a humanos, en Bolonia, un siglo más tarde. En todo caso, las mujeres apenas podían acceder a esas investigaciones. 

A Jacoba Félicié, en 1322, se le metió en la cabeza que quería ser doctora y lo que se encontró fue un juicio en la Facultad de Medicina de París por ejercer como médico. Como su proceso está documentado, hoy se conoce que siete testimonios revelaron que usó los mismos métodos que sus colegas varones y que en la mayoría de los casos logró la curación de sus pacientes. 

Una injusticia que, con algunos matices, persiste cientos de años más tarde.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

LIBRO. LA LLAMA DE LA SABIDURÍA

«¿Tienen alma las mujeres?»

Así es como todo empezó, con esta pregunta.
Valencia, 1486. Tras la muerte de sus padres en extrañas circunstancias, la joven Irene Bellvent se pone al frente de En Sorell, el hospital al que se familia ha dedicado la vida, con la intención de seguir atendiendo a los más desfavorecidos de la ciudad. Las leyes, sin embargo, conspiran en su contra: como mujer, se la considera incompleta e incapaz de hacer nada por sí sola, de modo que está obligada a encontrar un marido para poder llevar adelante sus planes.
Pero la cortedad de miras y la misoginia imperantes no son los únicos problemas a los que Irene deberá enfrentarse. Ni tampoco las deudas ingentes que acosan al hospital. Su principal obstáculo es el peligro que se cierne en torno a su amado En Sorell, una amenaza ominosa y letal decidida a destruir el lugar y a sus moradores. El fruto de una venganza cuyos orígenes se remontan a muchos años atrás... a una misteriosa academia femenina que defendía conceptos tan revolucionarios como la dignidad de la mujer y su igualdad moral e intelectual.
Como ya demostrara en Las horas oscuras, Juan Francisco Ferrándiz posee un pulso admirable y una capacidad sobresaliente para crear atmósferas opresivas y personajes brillantes, portadores de luz en épocas sombrías.